¿Puede ser buena la depresión?

Neel Burton autor del libro “El significado de la locura” afirma que la depresión, a pesar de ser considerada un enfermedad mental por la comunidad científica y un cajón de sastre que se ha utilizado para incluir todo tipo de sufrimiento humano, puede tener una vertiente positiva.

Burton, en sus reflexiones sobre el tema, nos hace ver cómo se dan importantes variaciones geográficas en la prevalencia de la depresión, algo que se explicaría más por los factores socioculturales que por los biológicos.

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«La felicidad es buena para el cuerpo, pero es el dolor el que desarrolla las fortalezas de la mente»
Marcel Proust

En su libro nos revela que en las sociedades tradicionales las aflicciones humanas se observan desde la perspectiva de la preocupación natural por los problemas que depara la vida y no como un trastorno mental que requiera tratamiento profesional y por ello los diagnósticos de depresión son menos frecuentes. Que algunas comunidades ni siquiera tengan una palabra que describa el concepto de este hecho, es un claro ejemplo de su teoría.

Como muestra de ello podemos observar el caso de las mujeres indias las cuales al ser preguntadas cuando dan a luz, por una posible depresión posparto muestran sorpresa, ya que, no conciben el parto y la posterior maternidad como un acontecimiento que no sea feliz.

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Por el contrario, se puede observar que en sociedades modernas, como las de Reino unido y EEUU, la gente habla sobre la depresión con mayor facilidad y están más acostumbrados al término pero también son más propensos a interpretar sus angustias cotidianas como síntomas de depresión e incluso buscar ayuda médica (y farmacológica) para solucionarlas.

Burton señala además, la existencia de grupos con intereses particulares, como las compañías farmacéuticas, principales interesadas en que la población entienda la felicidad como el estado natural de las personas y la tristeza como un estado emocional a curar.

El autor mantiene que el concepto depresión, como trastorno mental, puede ser útil en los casos más severos de este tipo de dolencia pero no para la mayoría de los casos en los que la tristeza es resultado de circunstancias adversas de la vida o la naturaleza humana.

Burton indica que todo esto no quiere decir que la depresión no sea un mal real, tan solo que su diagnóstico está demasiado extendido en la sociedad y en muchos casos mal dictaminado. Reconoce que se trata de una dolencia cuyo diagnóstico es complicado, ya que en muchos casos el componente subjetivo en la decisión médica es el que determina su existencia o no.

Con la depresión no hay análisis de sangre o escáneres que valgan, ésta ha de diagnosticarse en base a unos signos y síntomas que en muchos casos no solo corresponden con los de la depresión.

Burton también nos dice en su libro que, siendo ortodoxos, podemos afirmar que cada persona hereda una serie de genes que le hacen más o menos vulnerable a la hora de entrar en un estado que podría ser diagnosticado como depresión, y que se considera que una persona entra en situación depresiva, si la cantidad de estrés que él o ella tiene es mayor que la cantidad de estrés que él o ella puede tolerar en función de la carga genética que haya heredado.

Teniendo en cuenta que los genes potencialmente debilitantes terminan desapareciendo de las especies por medio de “una especie de selección natural” y que con los que afectan a la depresión no ha ocurrido lo mismo, el autor infiere que probablemente sea porque la depresión en muchas ocasiones tiene un tinte adaptativo, proporcionando ciertas ventajas a la especie humana.

¿Cuál sería la ventaja adaptativa de la depresión?

Al igual que dolor físico ha evolucionado para servir de alarma tanto de enfermedades presentes como futuras, las situaciones depresivas pueden haber evolucionado con la finalidad de alertarnos sobre situaciones angustiosas perjudiciales o inútiles.

Burton considera que la soledad que proporciona el estado depresivo nos ayuda a no tomar decisiones precipitadas, nos permite ver el panorama, reconsiderar nuestras relaciones sociales, pensar en aquellos que son importantes para nosotros y además referirse a estos con mayor compasión.
En otras palabras, la depresión puede haber evolucionado para servir de señal de que algo está mal y necesita ser trabajado, cambiado o, al menos, comprendido.

A veces podemos estar tan inmersos en la rutina de nuestra vida cotidiana que no tenemos tiempo para pensar y sentir, perdiendo de vista nuestro propio autoconcepto e incluso una visión mas amplia de la vida por lo que la depresión nos ayudaría a abandonar las gafas rosas que nos protegen de la realidad y nos obligaría a re-evaluar y dar prioridad a nuestras necesidades, ayudándonos a formular planes modestos pero realistas, podría permitir desarrollar una perspectiva más refinada y un entendimiento más profundo de nosotros mismos, de nuestras vidas y del mundo en general.

Muchas de las personas más creativas y profundas que han existido sufren o han sufrido depresión o un estado que puede haber sido diagnosticado como tal. Se incluyen en este grupo a los políticos Winston Churchill y Abraham Lincoln; los poetas Charles Baudelaire, Elizabeth Bishop, Hart Crane, Emily Dickinson, Sylvia Plath y Rainer Maria Rilke; los pensadores de Michel Foucault, William James, John Stuart Mill, Isaac Newton, Friedrich Nietzsche y Arthur Schopenhauer; y los escritores Charles Dickens, William Faulkner, Graham Greene, Leo Tolstoy, Evelyn Waugh y Tennessee Williams y muchos más.

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Citando a Marcel Proust (diagnosticado de depresión) y para ejemplificar lo dicho hasta ahora se podría afirmar que: ‘la felicidad es buena para el cuerpo, pero es el dolor el que desarrolla las fortalezas de la mente’.

Burton explica que la gente depresiva a menudo es tachada de ‘fracasada’ o ‘perdedora’, nada podría estar más lejos de la verdad, si estas personas están en esa situación es probablemente porque han sido demasiado duras consigo mismas y han tomado un camino destinado a conseguir metas demasiado altas no solo para ellas si no para el mundo en el que viven, metas que les esta costando demasiado tiempo y esfuerzo personal alcanzar.

Podrían haber fingido, obligándose a pensar que vivían en un mundo maravilloso y barrer todas sus aspiraciones hasta dejarlas debajo de la alfombra, como mantiene el autor que hace la mayoría de la gente, pero han tenido la honestidad y la fuerza para admitir que algo andaba mal, que algo no funcionaba correctamente y preocuparse por ello. Así que, en lugar de ser perdedores, son justo lo contrario: son ambiciosos, son veraces y valientes. Y eso es precisamente por lo que están ‘enfermos’.

Hacerles creer a estas personas que están sufriendo un desequilibrio químico en el cerebro y que su recuperación depende exclusivamente o incluso principalmente de la toma de medicación es negarles una oportunidad preciosa, no sólo para identificar y resolver los problemas importantes de la vida, sino para desarrollar un profundo conocimiento de si mimos y del mundo que está a su alrededor y por ello se les está negando la oportunidad de desarrollar todo su potencial como ser humano.

Tal vez cuando leemos el texto de Burton la sorpresa que produce alguno de su párrafos nos haga cuestionarnos muchas cosas a cerca del concepto de depresión desarrollado a lo largo del mismo. Yo sinceramente me pregunto si es necesario sentir tristeza, culpabilidad o desesperanza para lograr el autoconocimiento, el establecimiento de metas realistas o un mejor conocimiento del mundo que nos rodea, si es imprescindible sentirse mal físicamente para mejorar nuestras relaciones sociales o tomar decisiones meditadas, si es inevitable la pena y la melancolía para reforzar el espíritu.


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