Neurocirugía para tratar las adicciones

cerebro

En «Recursos de Autoayuda» ya hemos tratado bastante el tema de las adicciones, centrándonos principalmente en cómo tratarlas para poder erradicarlas e incluso hemos planteado la posibilidad de que sean producto de anomalías cerebrales.

En este artículo vamos a seguir planteándonos la posibilidad de poder llegar a curarlas mediante un procedimiento que llega cargado de polémica desde la medicina oriental: se trataría de erradicar el núcleo donde reside el placer en el cerebro.

Habéis leído bien. En eso consiste este tratamiento radical que se puesto en marcha para tratar de eliminar el impulso a consumir droga en heroinómanos y alcohólicos. Pero, ¿dónde está el problema de dicho tratamiento? Por supuesto, la consecuencia de la aplicación de este controvertido tratamiento es que el cerebro de la persona tratada dejaría de experimentar placer o felicidad incluso llevando una vida repleta de buenos hábitos. Es por esto que las autoridades chinas decidieran prohibir en el 2004 este tratamiento.

A pesar de esta prohibición para manipular de esta manera el cerebro de un ser humano, hace poco se publicó una investigación que se realizó en el año 2007 en la que se llevaron a cabo unas 1.000 intervenciones de este tipo en personas depresivas, esquizofrénicos y epiléticos. Esta investigación se publicó muy recientemente, en el mes de noviembre, y ha generado una gran controversia entre los científicos por sus implicaciones éticas y por si esta clase de investigaciones tendrían que ser de dominio público o por el contrario no deberían verse reflejadas en las principales revistas científicas.

Un mes antes, en octubre, se hizo público otra investigación que concluía que este tipo de neurocirugía es totalmente válida para dar un alivio psicológico en las personas adictas a los opiáceos (por ejemplo, en las personas adictas a la heroína). La investigación indicaba que al menos la mitad de las personas tratadas quedaron sin motivación alguna e incluso con problemas en la memoria. Además, el 53% de estas personas volvieron a recaer en el consumo de este tipo de drogas (también hay que señalar que el resto no volvió a consumirlas).

Viendo los tratamientos actuales, los resultados de este tipo de intervención no están nada mal ya que las terapias convencionales tienen éxito en el 35% de las personas. Sin embargo, las personas expertas en tratar los problemas de adicción no confían en este tratamiento tan invasivo. Reconocen que hay más casos de éxito pero este tipo de tratamiento quirúrgico es muy peligroso debido a los graves efectos secundarios que conlleva.

Hay algo verdaderamente aterrador curioso en este tipo de tratamiento. La intervención quirúrgica se lleva a cabo con la persona consciente para evitar destruir zonas importantes implicadas en la sensibilidad, el movimiento o la consciencia. Utilizan calor para matar células anidadas en las zonas asociadas al placer en las que reside la dopamina (la hormona del placer que juega un papel muy importante en el desarrollo de todo tipo de adicciones).

También hay que decir que en los Estados Unidos y en el Reino Unido se practica este tipo de cirugía para tratar trastornos como el trastorno obsesivo compulsivo e inclusive para tratar la depresión (aunque únicamente en los casos más graves). Se registran unas 25 operaciones anuales de de este tipo y solo cuando hay pleno consenso entre profesionales y paciente.

A pesar de todo lo descrito, el Dr. Charles O’Brien , una de las máximas autoridades en el tratamiento de las adicciones, no es muy favorable a este tipo de tratamiento debido al grave efecto secundario que provoca: anular cualquier sensación de placer en una persona humana. La persona saldría del infierno de la heroína pero a un precio muy elevado que puede incluir la muerte.

En cualquier caso, algunos investigadores chinos sí están de acuerdo en realizar este tipo de tratamiento a pesar de los riesgos descritos. El debate está servido. Manipular el cerebro de una persona de esta manera conlleva un debate ético muy profundo.

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