El estrés es, por lo general, visto como un enemigo. Se sabe por ejemplo que el estrés reduce la resistencia a las enfermedades (el sistema inmunológico se ve debilitado), y está relacionado con un mayor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, enfermedades gastrointestinales y trastornos mentales. Sin embargo, Kelly McGonigal, psicóloga y profesora en la Universidad de Stanford, a cuyas conferencias he tenido el honor de asistir, nos ofrece una visión diferente sobre el estrés. Para ello, se basa en un estudio realizado por Keller, Litzelman, Wisc et al. (2012) en la Universidad de Wisconsin. En ese estudio se encontró que efectivamente, las personas que habían experimentado altos niveles de estrés en el último año, tenían un 43% más de riesgo de morir. Pero (porque hay un pero) esto sólo era cierto para las personas que creían que el estrés era perjudicial para su salud. Es más, las personas que habían experimentado mucho estrés pero que no consideraban el estrés como algo dañino, no sólo ya no presentaban riesgo de morir, sino que ese riesgo era incluso menor que en el grupo de personas con relativamente poco estrés. Esto quiere decir que las personas mueren de forma prematura no por el estrés en sí, sino por la creencia de que el estrés es malo. ¿Significa esto que nuestra forma de pensar puede influenciar nuestra salud física y mental? Sí, como Kelly McGonigal lo explica en este video, cuando cambiamos nuestra forma de percibir el estrés, nuestras respuestas fisiológicas también cambian.
Solemos interpretar los cambios fisiológicos que se dan en una situación de estrés (el corazón late más deprisa, la respiración aumenta, sudoración, etc.) como una señal de que no estamos lidiando adecuadamente con la presión exigida. Lo que ocurre en realidad es que nuestro cuerpo está requiriendo energía para prepararnos a enfrentar un desafío. En un estudio realizado por Jamieson, Nock and Mendes (2012) en la Universidad de Harvard, se les dijo a un grupo de participantes que interpretaran sus respuestas de estrés como útiles durante una prueba de estrés social. Se les explicó que cuando la frecuencia cardiaca aumenta, es porque nuestro cuerpo se está preparando para la acción. Cuando respiramos más rápido, es bueno porque el cerebro recibe más oxígeno. Los resultados demostraron que los participantes que habían aprendido a ver el estrés como una reacción útil para su rendimiento, manifestaron menos ansiedad, se mostraron más seguros de sí mismos, y más fascinante aún, su respuesta fisiológica al estrés cambió. Los vasos sanguíneos de estos individuos, en vez de verse constreñidos por el estrés, permanecieron relajados. Su corazón seguía latiendo de prisa, pero conservando un perfil cardiovascular mucho más sano. De hecho esta respuesta resultó ser semejante a lo que sucede en nuestro organismo en momentos de alegría y valentía. Por lo tanto, lo que revelan estos últimos hallazgos científicos es que nuestra forma de pensar tiene repercusiones mucho más importantes de lo que uno imagina.
La próxima vez que experimentes estrés, recuerda que en realidad tu cuerpo te está ayudando a lidiar con una situación difícil. Porque cuando adoptas esta visión, como dice McGonigal, «tu cuerpo te cree y tu respuesta al estrés se vuelve más sana».
No es todo. Kelly McGonigal también explica que el estrés nos hace más sociables. Y esto se debe a que en momentos de estrés, la glándula pituitaria libera una neurohormona llamada oxitocina. Esta hormona nos empuja a ser más empáticos, aumenta nuestras ga
nas de apoyar y ayudar a las personas que nos importan, y nos motiva a buscar apoyo. Kelly McGonigal explica: “Cuando la vida es difícil, tu respuesta al estrés quiere que estés rodeada de personas a las que les importas”.
La oxitocina no sólo actúa en nuestro cerebro, también está presente en nuestro cuerpo. Una de sus mayores funciones es proteger nuestro sistema cardiovascular de los efectos del estrés. Es un antiinflamatorio natural y ayuda a que nuestros vasos sanguíneos permanezcan relajados durante el periodo de estrés. Nuestro corazón también tiene receptores para la oxitocina. Esta hormona permite que las células del corazón se regeneren y sanen de cualquier daño provocado por el estrés, fortaleciendo el corazón.
Todos estos beneficios fisiológicos de la oxitocina aumentan con el contacto y apoyo social. Entonces, cuando pedimos ayuda u ofrecemos la nuestra, esta hormona se segrega haciéndonos más resilientes (capacidad para superar circunstancias traumáticas) al estrés. Este mecanismo de resiliencia, expone Kelly McGonigal, es la conexión humana.
En conclusión, cómo pensamos y cómo actuamos puede transformar nuestra vivencia del estrés. Si decidimos ver nuestra respuesta al estrés como útil, nuestro cuerpo reaccionará acorde a esta creencia y los vasos sanguíneos no se constreñirán. Por lo tanto, el riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular disminuirá de forma significativa. Además, cuando conectamos con seres queridos en situaciones de estrés, creamos resilencia. Y por último, cuando elegimos ver el estrés de esta manera, estamos afirmando algo muy profundo: que podemos confiar en nosotros mismos para superar los desafíos de la vida y que no tenemos por qué enfrentarlos solos.
por Jasmine Murga
Fuentes:
https://www.youtube.com/watch?v=RcGyVTAoXEU
http://www.cop.es/colegiados/ca00088/pag13.htm