Es ya hora de que se haga por el mundo una colosal campaña de salud mental, de buen equilibrio psíquico, de autocontrol emotivo, de buen comportamiento interior; en una palabra: de Higiene Mental.
No se trata, claro está, de una campaña por atender a los casos más graves, pues ya hay quien se ocupa de ellos.
Se trata de concienciar a las personas de que deben cuidarse de aquellos desórdenes leves que inquietan su mente y enseñarles a manejarse bien en la vida a pesar de sus dificultades.
Por lo general, cuidamos mucho de nuestra salud física y no tanto de nuestra salud mental. El mundo no se da cuenta de que los problemas psíquicos pueden llegar a ser más graves que muchos problemas físicos e incluso más corrosivos.
Es habitual conocer gente que ha logrado un nivel de vida material excelente pero se encuentran aquejados de graves desórdenes mentales.
Nos preocupamos por procurarnos una vida más cómoda, un hogar más confortable, una renta personal más cuantiosa y descuidamos nuestro bienestar emocional. De poco sirve ser millonario si uno es incapaz de saber disfrutar de su dinero; de nada sirve tener un piso grande y lujoso si las penas agitan el espíritu de sus moradores en ese piso.
Ya es hora de que se mida el nivel de vida de un país, de una familia o de un individuo se mida no únicamente por su bienestar material sino también por su nivel de felicidad que implica una notable paz y equilibrio interior.
Todos los gobiernos deberían contar con «planes de desarrollo» que buscaran hacer más agradable nuestra estancia en la vida, que procuraran dotarnos de las herramientas internas necesarias para lograr la auténtica felicidad.