Una filosófica manera de luchar contra la ansiedad

Empecé a experimentar el poder paralizante de la ansiedad en mi tercer año de universidad.

Los ataques de pánico son una cosa, pero lo más horrible de la ansiedad, lo que la perpetúa en el tiempo, es el insomnio. Me despertaba en medio de la noche, con el corazón acelerado, incapaz de volver a dormir hasta las 7 de la mañana siguiente.

Durante mis horas de insomnio, el tiempo se echaba como una losa sobre mí. Me sentía un inútil y sentía que mi vida era tristísima. No veía nada positivo en ella y no tenía ningún ápice de esperanza en la vida.

Nunca había sentido tal desesperación. No se lo deseo a nadie en la vida.

Gracias a Dios (o por desgracia), hoy en día no es tan raro encontrarse con alguien que sufre algún tipo de enfermedad o condición mental. Incluso muchos de vosotros que me leéis sufrís una. Las estadísticas lo avalan: uno de cada cuatro de nosotros va a sufrir un problema de salud mental en algún momento de nuestra vida.

El suicidio es ahora la principal causa de muerte entre los hombres jóvenes. Una de las causas es porque parece que los hombres no podemos deprimirnos, tenemos miedo a que nos tachen de débiles. Este cliché hace que suframos en silencio y que muchos no puedan aguantar la presión.

En el otro extremo están las mujeres. Se dice que sufren el doble de trastornos depresivos y de ansiedad que los hombres. No creo que sea así. Simplemente ellas lo externalizan mucho más.

El estilo de vida que llevamos favorece este tipo de trastornos. Vivimos en un entorno consumista que muchas veces solo nos valora en función de cuánto somos capaces de gastar. Hemos creado un mundo en el que cualquier cosa, incluso la autoestima, se puede comprar.

Comprando parece que nos sentimos mejor: ropa, regalos, cosméticos,… Todo para fortalecer nuestra superficialidad y ocultar lo miserables que seguimos siendo.

Parece que buscamos nuestra felicidad en el fondo de nuestra cartera. Tanto tienes, tanto vales. Entramos en una espiral de frustración que nos lleva a la infelicidad.

He pasado mucho tiempo pensando en cómo superar esta terrible ansiedad. Me he dado cuenta de que, con el fin de sobrevivir, tenemos que aprender a amar de nuevo, amarse a sí mismo es un acto radical.

Cuando amamos luchamos contra la dominación, contra la opresión. Amando nos liberamos a nosotros mismos y a los demás.

Amar es una elección que debemos tomar cada segundo de nuestro día a día.

Cuando hemos aprendido a amarnos a nosotros mismos, podemos parar un momento y mirar a los demás seres humanos durante el tiempo suficiente como para darnos cuenta de que lo único que nos une es el carácter común de nuestro sufrimiento.

La comprensión de que todos somos igual de vulnerables, la desesperada búsqueda de un sentido de pertenencia y amor para dar sentido a nuestra vida, hace que sea mucho más difícil odiar.

Aún así, los días que me siento más rebelde, y este post parece completamente inadecuado para hacer frente a todos mis males sociales, recuerdo las palabras de Bell Hooks:

«El momento en que elegimos el amor es el momento en que empezamos a movernos contra la dominación, contra la opresión. En el momento en que elegimos al amor, comenzamos a movernos hacia la libertad».

Si queremos ser felices, si queremos vivir en una sociedad que no esté paralizada por las cicatrices de la enfermedad mental, si queremos construir un mundo mejor para nosotros y nuestros hijos, tenemos que aprender a amar de nuevo. Ese conocimiento existe en algún lugar dentro de todos nosotros. Nuestro desafío es encontrarlo.

Referencia.

Te dejo con este vídeo que va muy en sintonía con lo que aquí se ha escrito:


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