Uno de los placeres de viajar es la oportunidad de callejear por una ciudad desconocida y dejarse sorprender por todo lo que sale al paso: un vendedor ambulante, una pequeña plaza, una conversación amable con un desconocido… Esa actitud, abierta y receptiva, amplía la capacidad para disfrutar de la vida . Sin embargo, no siempre sabemos mantenerla.Cuando volvemos a la rutina diaria desaparece la «magia».
Los problemas cotidianos, las frustraciones, los miedos personales y los momentos de soledad se convierten en compañeros diarios. Y a menudo vamos por la calle sin prestar atención a lo que nos rodea, imbuidos en nuestros pensamientos.Esa actitud egocéntrica nos aísla. Pero cambiarla depende de nosotros. Para lograrlo podemos dedicar un día a pasear por nuestra ciudad como cualquier turista, explorando nuevos barrios o zonas desconocidas. Esa sensación de redescubrir el entorno nos sitúa en el presente y hace que nos sintamos más vivos porque nos conecta con la esencia de la vida, que a menudo reside en las pequeñas cosas que están a nuestro alcance y que no siempre sabemos ver.
4 ideas para disfrutar de lo inesperado que depara el día.
2) Amplía tu perspectiva. No camines mirando al suelo o en línea recta: observa el cielo, las azoteas, los árboles, las personas con las que te cruzas, la luz que sale de las ventanas…
3) Ábrete a las novedades. Sal a la calle pensando en todas las cosas nuevas que te aportará el día. Y provoca tú otras: haz una visita sorpresa a un amigo o cambia tu ruta habitual.
4) Vive el momento. Deja un margen a la improvisación: si cuando vas por la calle descubres un restaurante o una librería nueva, ¡entra!, y si te apetece hacer un alto y sentarte en un parque o en una terraza, hazlo.