Síndrome de Jerusalén: cuando crees que eres el Mesías

sindrome de jerusalen

¿Qué haces cuando alguien decide de repente ser el próximo mesías? El Síndrome de Jerusalén es un fenómeno bastante conocido. Ocurre cuando una persona normal que está visitando Jerusalén siente de repente que es el elegido. Hay especialistas en tratar este síndrome particular. Descubre cómo tratan estos especialistas a todos los nuevos Jesucristos con los que se encuentran.

En Jerusalén no es muy inusual ser abordado por alguien con una larga barba y una sonrisa beatífica que dice ser tu Señor y Salvador personal. De hecho, ocurre un centenar de veces al año, tan a menudo que algunos propietarios de hoteles saben exactamente a quién contactar cuando eso sucede. Las personas acuden a Jerusalén, a veces en momentos de crisis en sus vidas, pero otras veces como un destino turístico relativamente normal, y acaban convenciéndose de que de que están siendo contactados por Dios. Algunas personas creen que son mensajeros del Mesías. Otros, por el contrario, están convencidos de que ellos mismos son la segunda venida de Jesús.

Este cambio de mentalidad comienza poco a poco. La gente se para en la calle y empieza a predicar o a rezar durante horas sin parar. Si bien estas actividades son extenuantes para la persona, no suponen una gran amenaza. La cosa empieza a ponerse más seria cuando la gente oye la voz de Dios y le pide que haga cosas que son destructivas. La gente que sufre el síndrome de Jerusalén a menudo dejan de bañarse, predican o rezan hasta que físicamente quedan agotados llegando incluso a no comer. Cuando esto sucede, son llevados a algunas de las instituciones creadas para tratar a las personas con este síndrome.

¿Cómo se trata a un mesías?

Algunos de los tratamientos terapéuticos para esta enfermedad han resultado ser totalmente ineficaces. En ocasiones aisladas, los psiquiatras han tratado de comunicar a la persona afectada que no es quien dice ser o incluso se ha llegado a juntar a dos personas afectadas, las cuales no paraban de gritarse.

Sin embargo, se han encontrado estrategias más útiles: se administra al paciente tranquilizantes suaves o antipsicóticos hasta que consiguen que la persona descanse y la estabilidad mental se restablezca.

En otras ocasiones el paciente sólo necesita pasar tiempo alejado de Jerusalén. Algunos pacientes necesitan un mes de tratamiento fuera de la ciudad. A otros les basta con una semana de tratamiento. Una vez que vuelven a su vida normal, sus pensamientos vuelven a ser normales.

Todo esto nos hace comprender de por qué este trastorno se llama síndrome de Jerusalén. Hay que decir que esta obsesión religiosa puede ocurrir en cualquier lugar. La ciudad en sí no causa las alucinaciones, solo las refuerza: la historia de Jerusalén, la arquitectura y su cultura refuerzan la experiencia religiosa, sobre todo para alguien que no vive allí.

Fuentes: 1 2 3


Sé el primero en comentar

Deja tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

*