Mitómano: cuando la mentira se convierte en hábito

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Las mentiras están mal vistas en sociedad porque nos hacen desconfiar, desconfiar de quien miente y saber que si miente una vez, su verdad siempre será de nuevo cuestionada. El fallecido José Saramago, quien recibió el Premio Nobel de Literatura en 1998, dijo una vez: “La humanidad refleja; ha pasado por diferentes épocas: la Edad de Piedra, la Edad de Bronce, etc. hasta hoy, la Era de la Mentira. Es como si mentir se hubiera convertido en una costumbre, un hábito, casi me atrevería a decir, una cultura”.

Este pensamiento literario del escritor portugués podría convertirse en algo mucho más serio: podría convertirse en un trastorno de la personalidad cuando la persona miente todo el tiempo de forma patológica, distorsionando la realidad. Es lo que se conoce como mitomanía, del griego ‘mythos’ (una mentira) y ‘manía’ (compulsión).

Ser mitómano

Ser mitómano, se refiere a un trastorno que no está exento de consecuencias perjudiciales. Por el contrario, tiene una serie de efectos a diferentes niveles. En la sociedad, un mitómano comienza a perder su credibilidad y se clasifica como un «narrador de cuentos”. En casa son vistos como alguien que no es de confianza; y en términos de amistades, los amigos tienden a alejarse o la persona termina siendo aislada del grupo.

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Los mitómanos, según una investigación de la Universidad del Sur de California (EE. UU.), Tienen menos materia gris (responsable del procesamiento de la información) y más materia blanca (transmite información) en la corteza prefrontal del cerebro. Los científicos creen que esta estructura cerebral anormal podría ser una de las causas de este impulso de mentir constantemente.

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Este trastorno psicológico puede llegar a ser, en algunos casos, tan escandaloso como el de Enric Marco, un español que pasó 30 años de su vida diciendo que había sido encarcelado por los nazis en el campo de concentración de Flossenburg (Alemania)… Y era mentira.

No es una enfermedad en sí misma

En cualquier caso, la mitomanía no es una enfermedad en sí misma, sino que explica un conjunto de síntomas que pueden mostrarse en diferentes enfermedades mentales, particularmente en los trastornos de la personalidad. Por lo tanto, no existen cifras concretas para el número de personas afectadas por este problema, ni se sabe si afecta a más hombres o más mujeres.

También aparece en pacientes con esquizofrenia, aunque en estos casos es un síntoma secundario. Según los expertos, también puede ocurrir en personas que padecen un trastorno ficticio por el cual la persona que lo padece inventa enfermedades.

Pero no debemos confundirnos entre un mentiroso, alguien que inventa mentiras para defenderse o protegerse con un propósito, y un mitómano, que recrea la realidad y en quien prevalece el carácter impulsivo de la mentira.

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¿Soy un mitómano?

LA mitomanía es un problema que generalmente también afecta a personas con baja autoestima: mienten para sentirse importantes y porque no pueden comunicarse bien con otras personas. Son capaces de atraer la atención exagerando o inventando historias o anécdotas.

Un ejemplo de esto es el anteriormente mencionado Enric Marco. También fue presidente de la asociación Amical de Mauthausen, que reunió a españoles deportados a campos de concentración. Incluso recibió el premio Cruz de Sant Jordi en 2001, que le fue otorgado en reconocimiento a su larga lucha social y política.

Enric Marco explicó que la mentira comenzó en 1978 y que la mantuvo porque parecía hacer que la gente le prestara más atención, lo que le permitió resaltar el sufrimiento de las muchas personas que fueron a los campos de concentración. «No mentí por malos motivos», afirmó.

También hay un caso de mitomanía en el mundo del espectáculo: Heather Mills, la modelo y actriz que saltó a la fama después de su boda con el ex Beatle Paul McCartney. Su deseo de atraer la atención del público la llevó a hablar sobre detalles de su vida que están lejos de la verdad.  Mills dijo en una entrevista que cuando tenía 14 años se escapó de su casa para vivir en las calles, pero los registros escolares confirman que estaba asistiendo a clases.

Dijo que trabajaba en un circo sacando caballos, cuando la verdad era que solía ir con su novio que trabajaba en un circo ambulante los fines de semana. Si eso no fuera suficiente, ella dijo que uno de sus ex novios era un agente del Servicio Secreto, cuando en realidad él quería ser uno pero nunca lo hizo.

No a la vista del público, pero alguien que llamó la atención sobre sí mismo fue Enrique, un hombre de Europa, que solía contar historias a sus amigos sobre sus visitas a Estados Unidos. Él nombraba los hoteles donde se hospedaba y daba descripciones vívidas para no levantar sospechas. Un día, le dijeron que viajara a Estados Unidos por trabajo y tuvo que admitir que no solo no tenía pasaporte, sino que nunca había salido de su país.

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Descubriendo la mentira

Paul Ekman, psicólogo estadounidense que se especializó en el estudio de las emociones y sus conexiones con las expresiones faciales, y autor de un libro titulado ‘Contando mentiras’, dijo que detectar mentiras no es simple.

“Detectar mentiras no es fácil. Uno de los problemas es la gran cantidad de información: hay demasiadas cosas para tener en cuenta al mismo tiempo, demasiadas fuentes de información: palabras, pausas, sonidos, expresiones, movimientos de la cabeza, gestos, respiración, sonrojo, sudoración … “

Una vez detectado, lo mejor que puede hacer un mitómano es consultar a un especialista. Aunque es difícil hablar de un tratamiento para una afección que se considera un síntoma, esta parece ser la única forma de ayuda. El psicólogo podrá ayudar a conocer al paciente: sus antecedentes, falta de autoestima, inseguridades … Si hay otros síntomas, a veces el tratamiento puede complementarse con un curso de sedantes y / o antidepresivos.

En cualquier caso, cuando estamos fuera y cerca de mañana y alguien nos pregunta cómo nos fue ayer, debemos responder sinceramente y no sembrar las semillas de un árbol. Un árbol que podría tener un número infinito de ramas…


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