Abraham Lincoln fue y sigue siendo una persona conocida en todo el mundo, de hecho fue uno de los presidentes norteamericanos más carismáticos de todos los tiempos. Lo que no sabe todo el mundo es que fue una persona que luchó toda su vida contra la depresión, en sus tiempos se le llamaba «melancolía». ¿Cómo una figura pública con tantas responsabilidades podía desempeñar su trabajo conviviendo con esta enfermedad?
En la película titulada Lincoln, Steven Spielberg muestra claramente escenas en las que Lincoln parece luchar contra la melancolía crónica que afectaba a su vida. La melancolía era la clave de su grandeza, dice Joshua Wolf Shenk en su libro Lincoln’s Melancholy: How Depression Challenged a President and Fueled His Greatness.
Finalmente, a mediados de la década de 1850, Lincoln transformó su lucha personal en una lucha por la justicia universal. Su experiencia con la melancolía le dio el jugo creativo que inspira sus mejores escritos, así como el sentimiento religioso que inspiró su idea de nación y de su propio papel como un «instrumento» de un poder superior.
Dotar a su vida de un propósito significativo le dio la llave que abrió las puertas de su prisión mental. Su depresión lo convirtió en una persona políticamente aguda, creativa y espiritual.
Su enfermedad fue uno de los factores importantes que hizo que tuviera una excepcional empatía con el sufrimiento de otros seres humanos. Su propio sufrimiento emocional lo sensibilizó, por ejemplo, hacia el sufrimiento de los esclavos. Esta clase de empatía por afinidad emocional es muy lógica. Cuando sufres algún tipo de tragedia te vuelves generalmente más sensible al sufrimiento de los demás.
Esta especial sensibilidad de Lincoln forjó en él un gran poder de persuasión para concienciar al pueblo estadounidense de que la esclavitud tenía que ser abolida.
El caso de Abraham Lincoln debería ser un estímulo para todas aquellas personas que sufren depresión.
Sé el primero en comentar