Te voy a contar una historia acerca de la interminable búsqueda de la perfección. Creo que es una valiosa lección para la vida:
Érase una vez una mujer de 30 años, autosuficiente, que decidió estancarse para buscar al marido perfecto. Decidió viajar a otros países para encontrarlo.
Muy pronto lo conoció en Nueva York, en una cafetería de un hotel lujoso. Le encantaban las facciones de su rostro, su forma de hablar y de tratarla, la calidez de sus manos. Sin embargo, al poco tiempo lo dejó porque no estaba de acuerdo con sus ideas religiosas.
Prosiguió su viaje hasta Canadá en donde encontró a un hombre maravilloso. Era un productor musical de éxito. A diferencia del otro, coincidían en sus ideas religiosas y lo mejor de todo, la hacía reír. Sin embargo, acabó abandonándolo porque no se sentía conectada emocionalmente con él.
Viajó a Miami y estando sentada en la terraza de una cafetería conoció al hombre adecuado. Era médico pero bien podía haber sido modelo de ropa interior de Calvin Klein. La conexión era total. «Cuídanoslo bien», le decían sus amigos. Sin embargo, al poco tiempo lo dejó. No conectaba con su amplio círculo de amistades y su trabajo le robaba mucho tiempo.
Regresó a Europa y viajó a París. Allí encontró por fin al hombre perfecto. Era una conferenciante de gran éxito con sus mismas inquietudes espirituales. Tenía un círculo de amistades muy afín a ella y conectaba emocionalmente con él. Era muy guapo y pura cortesía y amabilidad con todo el mundo.
Sin embargo, él estaba buscando la mujer perfecta.