La ansiedad es un tabú social. De buen grado hablamos de nuestros temores y riesgos cuando éstos se refieren a incertidumbres que podríamos llamar ciertas, por el hecho de que creemos conocer el fundamento de las mismas. Pero nos cuidamos muy bien de manifestar ante el prójimo nuestro temor por una nada.
Este alejamiento en el que quisiéramos mantener nuestra ansiedad, tanto a través de nuestros contactos sociales como respeto a nuestra propia conciencia, se basa en razones obvias porque aquello que nos produce ansiedad conlleva dos consecuencias temibles:
1) La incomprensión: nuestros interlocutores tratarán nuestros temores de imaginarios y en el peor de los casos pueden manifestar su insensibilidad por medio de la ironía o la indiferencia.
2) El contagio: también puede suceder que la ansiedad domine a los que nos rodean y desearíamos, y en ocasiones nos lo impondrá el deber, preservarlos de tal contaminación.
En cuanto a nosotros, el enfrentarnos con nuestras ansiedades informes no nos sirve de nada. Parece que ni el razonamiento ni la autopersuasión son capaces de reducirlas. Ante la ansiedad, una especie de higiene mental instintiva nos impulsa al silencio de la palabra y del pensamiento.
La psicología no pretende en modo alguno sujetarnos a una contemplación absorta de nuestra ansiedad. Su tarea consiste, más bien, en establecer una distancia. Dominar una experiencia no significa siempre hacerla desaparecer o evitarla, sino que es lo mismo que ponerla en perspectiva.
La información psicológica acaba con la aparente coherencia de nuestra ansiedad. No existe ansiedad, sino ansiedades. Sus causas son múltiples y diversas en una misma persona; son distintas o al menos producen un efecto distinto en el hombre equilibrado y en el sujeto afectado psíquicamente. El reconocimiento de esa diversidad interna de nuestros temores equivale a desolidarizarlos. Sobra decir, que en ocasiones se hace necesaria la intervención de un psicólogo.
Tanto en esto como en otras cosas, el hombre se sirve del espíritu de análisis para acabar con esas ansiedades. Al mismo tiempo, el inventario de las causas y de las formas de ansiedad permite que se formule mejor el problema de su tratamiento.