Un psiquiatra de Harvard dice que cuenta con estudios científicos que respaldan sus afirmaciones.
Diego Pizzagalli ha pasado buena parte de sus 10 años en la Universidad de Harvard haciendo lo que la mayoría de los profesores de las instituciones de élite hacen: investigar. En concreto, ha estado investigando la depresión. Ha desarrollado algo que es demasiado bueno para dejar que acumule polvo en los recintos sagrados de esa universidad: el software que podría ayudar a tratar la depresión.
MoodTune (así se llama la aplicación) estará formada por una serie de juegos simples diseñados específicamente para tratar la depresión. «Abra la aplicación durante 15 minutos al día y tal vez le ayude a superar su depresión. Tal vez sea, en algunos casos, lo único que una persona deprimida necesita» dice Pizzagalli.
¿Podría algo tan simple funcionar?
Pizzagalli comenzó a trabajar sobre la depresión en 1999. Sus trabajos se han centrado en los «biomarcadores», localizar la respuesta del cerebro a los antidepresivos y la psicoterapia. «Eche un vistazo al interior del cerebro, y usted puede ver las áreas que se iluminan (o no) en respuesta a los tratamientos. Que un área específica se ilumine, predice con bastante exactitud si un tratamiento es efectivo» dice Pizzagalli. Si podemos iluminar esas regiones mediante el pensamiento, podríamos reajustar adecuadamente los biomarcadores sin la necesidad de una pastilla.
La corteza cingulada anterior está asociada con la depresión y con la toma de decisiones rápidas; por tanto, obligar a una persona a tomar decisiones rápidas le ayudaría a tratar su depresión (según Pizzagalli). Él desarrolló el software en su laboratorio para probarlo y está bastante contento con los resultados.
Este software podría ser el primer tratamiento de su tipo en salir al mercado. Se ha creado una empresa llamada BrainTracer para dar salida a esta aplicación que se llamará MoodTune. Si todo va según lo previsto, lanzarán MoodTune a finales de la primavera.
La primera impresión que da una noticia de este tipo es de incredulidad; hay un montón de aplicaciones de «salud» por ahí que no funcionan mucho mejor que un placebo. Sin embargo, Pizzagalli insiste en que es la ciencia la que respalda esta aplicación.