Vamos a estudiar todas las particularidades de la embolia arterial, partiendo de la definición, analizando sus causas, síntomas, diagnóstico y tratamientos a los que se puede someter a los pacientes con el objetivo de mejorar su estado.
Qué es la embolia arterial
Cuando hablamos de embolia arterial estamos refiriéndonos a la interrupción brusca del flujo de la sangre hacia un órgano o una parte determinada del cuerpo que se produce por la formación de un coágulo procedente de otra parte del cuerpo distinta.
Hay que partir de la base de que una embolia se puede producir por uno o más cual coágulos, siendo denominada en este segundo caso “émbolo” en lugar de coágulo. Generalmente se juntan varios coágulos procedentes de otra parte del cuerpo de manera que se atasca la arteria con el consiguiente bloqueo del flujo sanguíneo. Esta obstrucción es la causante de la privación de sangre y oxígeno a los tejidos.
Esta situación puede producir desde daños hasta la muerte tisular que básicamente es la muerte de dichos tejidos, conocida como necrosis.
Tipos de embolia arterial
Cabe destacar que los émbolos arteriales se producen con mayor frecuencia en pies y piernas, pero también se pueden dar en el cerebro en cuyo caso hablamos de una embolia cerebral que produce un accidente cerebrovascular, o también se puede producir en el corazón, dando lugar a un ataque cardíaco.
No obstante, en algunos casos se forma en otros órganos diferentes como los ojos, los riñones o los intestinos, pero su frecuencia es muchísimo menor.
Causas de la embolia arterial y prevención
Existen distintas causas por las que se produce la embolia cerebral, pero fundamentalmente parte de problemas relacionados con el ritmo cardíaco que se denomina fibrilación auricular, de lesiones o daños producidos a la pared arterial, de afecciones que fomentan la coagulación de la sangre como por ejemplo un excesivo número de plaquetas, y muy especialmente por la estenosis mitral.
La endocarditis también puede motivar su aparición, pero hay que tener en cuenta que, en la mayor parte de los casos, siempre hay un elemento común en todos ellos que es el endurecimiento de la aorta y determinados vasos sanguíneos por aterosclerosis.
Cabe destacar que, fundamentalmente desde la perspectiva de la prevención, hay que tener en cuenta que existen diversos factores que, si bien es cierto que no van a provocar por sí mismos una embolia, también lo es que aumentan el riesgo de formación de coágulos, de manera que existirán más posibilidades en el caso de los fumadores, personas que llevan una vida excesivamente sedentaria y no realizan prácticamente nada de ejercicio, personas que padecen problemas de hipertensión, aquellos que presenten niveles anormales de colesterol, el sobrepeso también es un factor bastante importante, así como la diabetes e incluso el estrés también podría ser una causa que empujaría a la formación de los coágulos.
Teniendo en cuenta todos estos factores, es importante que, si queremos prevenir la aparición de una embolia cerebral, directamente actuemos reduciendo estos riesgos y optando por una alimentación sana, equilibrada y una práctica de ejercicio regular, ya que, de la misma forma que evitaremos los factores de riesgo, también estaremos haciendo algo que nos ayudará a evitar la formación de coágulos, por lo que en realidad sería un doble beneficio.
Síntomas de la embolia arterial
En cuanto a los síntomas, evidentemente en cada paciente pueden variar por lo que no podemos crear un cuadro generalizado, ya que incluso podemos tener casos en los que no se presente ningún tipo de síntoma.
De esta forma, los síntomas que vamos a detallar a continuación se pueden producir y evolucionar de forma más rápida o más lenta dependiendo entre otros factores del tamaño que tenga el émbolo y el porcentaje de interrupción del flujo de sangre.
En el caso de la embolia cerebral, los síntomas más frecuentes son dolores en la zona afectada, así como disminución de forma temporal de las funciones cerebrales.
Sin embargo, también hay otros síntomas que son más frecuentes en embolias en otros lugares como las piernas y los brazos que son dolor en la zona afectada, hormigueo y entumecimiento, palidez en la extremidad, sensación de debilidad, manos excesivamente frías, dificultad de movimiento en brazos y piernas, e incluso la desaparición del pulso en cualquiera de las extremidades.
Cabe destacar que esto va produciendo nuevos síntomas posteriores como son el desprendimiento de la piel, la aparición de úlceras, formación de ampollas y finalmente se llegaría a la muerte tisular que, como decíamos anteriormente, es la necrosis.
Diagnóstico de la embolia arterial
Para poder detectar la presencia de alguna embolia arterial se busca en primer lugar el pulso para comprobar si es adecuado o existe una disminución. Posteriormente se procede a llevar a cabo una serie de exámenes de diagnóstico como son las siguientes:
- Angiografía de la zona afectada.
- Ecografía Doppler.
- Ecografía Doppler transcraneal.
- Ecocardiografía.
- Ecocardiografía transesofágica.
- Resonancia magnética.
- MCE o ecocardiografía miocárdica de contraste.
- Pletismografía.
- Examen de agregación plaquetaria.
Tratamiento de la embolia arterial
Una vez que se ha detectado la enfermedad, a continuación se ingresará al paciente con el objetivo de estudiar mejor los síntomas y sobre todo mejorar el flujo de la sangre que se ha visto interrumpido en la zona afectada.
Además, también será necesario averiguar las causas por las que se ha formado el coágulo con el objetivo de prevenir nuevos émbolos en el futuro.
En cuanto al proceso del tratamiento generalmente se procede a utilizar medicación, pero en casos más avanzados o complicados, directamente se procederá a la cirugía.
En relación con los medicamentos se utilizarían diversas alternativas en función del estado y localización del émbolo como trombolíticos, anticoagulantes, antiplaquetarios y analgésicos.
Sin embargo, en el caso de tener que recurrir a la cirugía entonces se realizaría un bypass en la arteria con el objetivo de restablecer el flujo, se procedería a abrir la arteria mediante la realización de una angioplastia con un catéter con balón para añadir una endoprótesis vascular también conocida como stent (el stent no se colocan todos los casos), o también se puede proceder a la extracción del coágulo mediante la utilización de un catéter o a través de la realización de una embolectomía.
Hay que tener en cuenta que, en relación con las expectativas de recuperación del paciente, va a depender mucho de varios aspectos como la localización de la embolia, la evolución y de la gravedad. Si se procede a realizar un tratamiento a tiempo, generalmente hay un éxito bastante considerable, pero hay que tener en cuenta que, cuanto más tarde se proceda a tratar, más posibilidades hay de que en la zona afectada se produzcan daños, llegando incluso a recurrir a la amputación de extremidades (en el caso de que la embolia se produzca en alguna de ellas) en hasta un 25% de los casos.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que con el tiempo es posible que la embolia se pudiese volver a producir si no se acaba con la causa que la produce, además de que, durante el proceso, existen diversas complicaciones que pueden ir desde un infarto de miocardio hasta un shock séptico, infecciones en los tejidos que se hayan visto afectados, necrosis, gangrena, ataque isquémico transitorio, disminución en las funciones del órgano afectado, accidente cerebrovascular e incluso insuficiencia renal que puede llegar a ser temporal o permanente.