Lo creas o no, el cerebro y el intestino están estrechamente conectados. La exposición a un estresor social altera la estructura de la microbiota intestinal.
Gran parte de las bacterias de nuestro cuerpo viven en el intestino grueso y la gran mayoría parecen ser absolutamente dependientes de nosotros. Estas pequeñas bestias viven en una comunidad en gran parte estable, en nuestras entrañas.
Afortunadamente, esta comunidad de pequeñas bestias es bastante resistente pero factores como un cambio en la dieta, la ingesta de antibióticos o el estrés afectan a esta población.
Estas pequeñas bestias hacen todo tipo de cosas buenas por nosotros a pesar de su horrible aspecto. Producen vitamina K, varias vitaminas B y se comen los carcinógenos y otras inmundicias. Además, estas bacterias afectan al sistema inmunológico.
Han investigado en ratones de laboratorio libres de gérmenes que se crían en ambientes estériles sin microbiota comensal y se ha descubierto que este tipo de ratones tienen un tipo diferente de sistema inmune intestinal, con una menor cantidad de anticuerpos intestinales y menor número de células inmunes.
Cuando estas pequeñas bestias colonizan estos ratones estériles se normaliza el sistema inmune intestinal.
En general, la exposición al estrés en ratones dio lugar a una reducción de la diversidad y riqueza microbiana y un aumento significativo en los niveles de IL-6 (producto químico favorecedor de la depresión).
En conjunto, estos resultados nos dicen que el estrés afecta a nuestras bacterias intestinales y a nuestro sistema inmune.
Conclusión:
Mejor mantener a estas pequeñas bestias felices. Los alimentos fermentados (como chucrut, kefir, kimchi y yogures), los probióticos y evitar demasiado alcohol, azúcar y alimentos procesados ??puede ayudar un poco.