Abandonar una dependencia es un proceso largo pero fructífero que empieza por reconocer la dependencia en cuestión e intentar pasar sin ella. El premio es volver a marcar el rumbo de nuestra vida, disfrutarla y compartirla.
Cambiar los procesos inconscientes que han modulado nuestra personalidad desde el inicio de nuestra vida no es fácil. Aprender a manejar nuestras emociones y nuestros deseos de manera más saludable y gratificante es un proceso lento y difícil que requiere siempre de un paso previo e indispensable: el reconocimiento de un dolor y una angustia que hemos tratado de ocultarnos durante mucho tiempo.
Solo cuando somos capaces de ver el circuito repetitivo de fracasos y malestar en que hemos estado inmersos podemos solicitar una ayuda que nos permita salir.
El sujeto dependiente es tramposo y embustero… sobre todo consigo mismo, ha calculado siempre meticulosamente lo que daba en función de lo que esperaba recibir. Abandonar esta posición de autorreferencia y tener una segunda oportunidad requiere necesariamente de alguna ayuda. Un tratamiento psicoterapéutico adecuado, partiendo siempre de un deseo de cambio, permite introducir poco a poco las modificaciones necesarias sin que la angustia haga su aparición de forma incontrolable y ponga en peligro todo el proceso.
Salir del círculo vicioso
Siempre hay una alternativa. La tendencia adictiva empuja al abuso de cualquier cosa, idea o persona porque cree lo contrario. Lo malo no es siempre el objeto de la adicción en sí, sino el móvil adictivo de quien lo consume.
Todos somos en mayor o menor grado dependientes, en relación inversamente proporcional a la madurez psicológica que hemos conseguido. Pero ante cualquier tipo de «enganche» debemos responder preguntas como las siguientes:
1) ¿Qué daños me causa?
2) ¿Qué busco con ella?
3) ¿Cuáles consigo?
4) ¿Sobreviviré si cambio?
5) ¿Cómo evitaré caer en otra dependencia?
6) ¿Con qué o quienes cuento?
7) ¿De qué otras formas obtendré el placer que buscaba en ella?
8) ¿Qué podré hacer que ahora no puedo?
El primer paso en la deshabituación es comprender que la dependencia no es una liberación sino una esclavitud: un problema que está controlando y deteriorando nuestra vida. Para que llegue esta fase, el «adicto» tiene que percibir que la dependencia le ha traído ya demasiados problemas. En ese punto se da la inflexión decisiva: reconocer que se es adicto, que se ha perdido la libertad y se tiene un grave problema.
El segundo paso es consecuencia automática del primero: responsabilizarse e intentar recuperar el control, reconociendo que la solución a los problemas pasa por cambiar las circunstancias de nuestra vida.
Para encarar este proceso hay que ser autoindulgente, tener la humildad de reconocer las debilidades y tolerarlas, superar el perfeccionismo y aceptar los sentimientos. Se trata de un proceso de aprendizaje, no de algo instantáneo.
La persona que abandone una conducta adictiva tendrá que afrontar el dolor, el vacío interior… en suma, los sentimientos negativos, de los que pretendía escapar. Pero seguro que siempre gana más que pierde.
Pasos para conseguir la independencia
Ante los problemas hay dos tipos de reacciones diferentes: intentar solucionarlos o evitarlos. La segunda opción parece la más fácil, aunque evadiéndonos no hacemos más que agravar los problemas. Deshabituarse es la opción difícil, pero también la mejor.
Para pasar de la dependencia a la independencia, estos son los pasos básicos:
1) Superar la negación:
Cuando dejas de ver el objeto alterador del estado de ánimo como una solución a tu malestar («Si no fuera por estos momentos…»). Ves como un problema lo que hasta ahora te parecía una solución. Si puedes reconocer que eres adicto es que estás dispuesto a curarte.
2) Moderación y abstinencia:
Te propones vivir sin aquello que te tenía enganchado. En esta etapa debes buscar un entorno de apoyo para resistir la tentación teniendo en cuenta que, contra lo que puedes decirte a ti mismo, no te sentirás siempre así de angustiado. Es un sentimiento pasajero.
3) Mejora:
Aparece cuando intentas solucionar tu problema de verdad, dejas de evitarlo y lo miras con perspectiva. Los problemas importantes tienen que resolverse por fases, lo cual te requerirá una actitud adulta; ser capaz de cumplir un programa.
Para una persona de alta tendencia adictiva el dolor es algo de lo que debe huir a toda costa. Por el contrario, para una persona libre de adicciones el dolor es algo que puede sentir, afrontar e incluso ayudar a comprenderse y a mejorar.
Cada paso que se va dando hacia un manejo más saludable de la propia vida sirve de base para construir el siguiente. De esta forma se van abriendo posibilidades de una mejor relación con uno mismo y con los demás, hasta llegar a un adecuado equilibrio de la dualidad dependencia / independencia.
Marga Pascual y Paz Torrabadella para Cuerpo Y Mente.