8 estrategias para evitar luchas de poder con tus hijos

Estar constantemente repitiendo lo mismo, una y otra vez, puede resultar muy frustrante y agotador para los padres. Existen algunas estrategias para evitar que pequeñas tensiones o desacuerdos con tu hijo o con tu hija terminen escalando en una lucha de poder.

  1. Reformula tu frase empezando por “Sí” en vez de “No”, aunque el significado de tu mensaje sea el mismo.

Por ejemplo, en vez de decirle a tu hijo: “No, no puedes salir a jugar hasta que hayas terminado tus deberes”, cambia la primera palabra por «Sí» y contéstale: “Sí, en cuanto termines con tus deberes podrás salir a jugar”.

El significado no ha cambiado, pero el tono, sin embargo, es totalmente distinto. Además, con un “Sí” tu hijo tiene menos razones para discutir.

  1. Dale la ilusión de que puede elegir.

Se pueden evitar muchas discusiones, simplemente dándole a tu hijo la ilusión de que puede elegir. Por ejemplo: “¿Qué prefieres? ¿Meter los platos en el lavavajillas o sacar la basura?”. “Prefieres ordenar tu cuarto ahora o después de cenar?”. De momento que el niño verbaliza una de las dos opciones, es más probable que lleve a cabo la tarea ya que las palabras habrán salido de su propia boca.

  1. Utiliza la imaginación y el juego para lograr que tu hijo te haga caso.

Es importante entrar en el mundo de tu hijo o de tu hija para que lo que le pidas tenga significado para él o para ella. Lo que nos parece sensato o lógico a los adultos, rara vez lo es para un niño. Y si tu hijo no le ve sentido a tu demanda, es poco probable que la cumpla. Por eso importante adaptar nuestro lenguaje a la realidad del niño, utilizando nuestra imaginación y creatividad.

Por ejemplo, en vez de insistirle con frases de tipo “Tienes que comer frutas y verduras porque es bueno para tu salud”, puedes hacer referencia a una persona o personaje ficticio por el que tu hijo siente especial admiración como por ejemplo su padre, Batman, un jugador de futbol, etc. y atizar su curiosidad diciéndole: “¿Sabes cuál es el secreto de Batman, de por qué es tan fuerte..?” Le dejas con el suspense unos minutos y finalmente le contestas: “Todos los días come frutas y verduras”.

También, cambiar la connotación negativa de alguna actividad a priori aburrida como por ejemplo limpiar y/o ordenar la casa por una connotación más positiva, puede cambiar completamente la actitud de tus hijos. Así, por ejemplo, es mucho más divertido limpiar y ordenar con música (hay canciones infantiles relacionadas con la temática de limpiar), cantando, bailando, etc.

  1. Deja que tus hijos cometan errores.

Mientras no haya ningún riesgo para su salud o para su vida, deja que el niño experimente y sea lo más autónomo posible en sus decisiones. Los niños, al igual que los adultos, aprender mejor por ensayo y error, cuando tienen la oportunidad de experimentar ellos mismos. Y qué mejor lugar que dentro del contexto seguro de la familia. Podemos darles consejos y probablemente nos escuchen a veces, pero en otras ocasiones, es comprensible que quieran descubrir las cosas por su cuenta. Imagina que está lloviendo fuera y que tu hija insiste en que quiere ponerse las sandalias y rechaza rotundamente las botas de lluvia. En vez de tratar de convencerla a toda costa, puedes decirle algo así como: “Cariño, veo que realmente te apetece ponerte las sandalias hoy, a pesar de que esté lloviendo fuera (muestra de empatía). Si decides esto, tus pies se mojaran y tendrás frio, con lo cual no te lo recomiendo (explicación de las consecuencias). Pero tú decides (fomento de la autonomía).”

Si no le gusta la experiencia de tener los pies fríos y mojados, probablemente no lo vuelva a hacer la próxima vez. Además no es lo mismo que a ella no le guste tener los pies fríos y mojados que a ti no te guste que los tenga fríos y mojados.

  1. Dales una razón.

No es de extrañar que después de bombardearles con tantas demandas, los niños terminen por ignorarlas o resistirse a ellas. Tomar el tiempo de explicarles la razón o motivo de por qué es importante que hagan o dejen de hacer tal o tal cosa, así como hacerles reflexionar sobre las consecuencias de sus actos, es fundamental. “Porque te lo digo” no es una respuesta adecuada y además, incitará a una mayor lucha de poder. Por otra parte, esta estrategia demostrará a tus hijos que tus demandas son razonables y respaldas por un verdadero motivo.

  1. Utiliza la empatía.

Es importante que tu hijo se sienta libre de sentir y pensar de forma diferente a ti. La empatía es una de las herramientas más poderosas para construir relaciones sanas. Tu hijo debe sentir que realmente le estás escuchando y que entiendes su punto de vista. La empatía crea un espacio seguro para poder expresarse sin miedo a ser rechazado. Esto ayuda al niño a construir su personalidad y a ganar confianza en sí mismo. No significa cambiar o reparar nada (aunque no le guste ponerse el cinturón, no le queda otra opción), pero sí validar la experiencia del niño, reflejando sus sentimientos.

  1. Recompensa las buenas conductas.

Solemos acordarnos de quejarnos cuando las cosas no salen como nos gustaría pero a menudo nos olvidamos de reconocer las buenas conductas de los hijos. Los niños necesitan que los guiemos y el castigo o los reproches son mucho menos eficaces que las recompensas ya que afectan su autoestima y hasta se ha demostrado que impiden un desarrollo correcto de su cerebro. Sin embargo, cuando recompensamos una buena conducta a través de un comentario verbal (“¡Muy bien, lo has hecho genial!”), no verbal (una sonrisa, un abrazo, una palmadita, etc.) o una actividad que disfruten (ir al parque, jugar a algo juntos, etc.), la probabilidad de que esa buena conducta se repita y acabe incorporándose en su repertorio de hábitos, aumenta considerablemente.

  1. Critica la conducta, no la persona.

Ten cuidado con las palabras que utilizas para no poner etiquetas a tu hijo o tu hija. Si se niega a ordenar su habitación por ejemplo, evita hacer comentarios que hagan referencia a su persona, de tipo “Eres un vago” porque estas definiciones, sobre todo si se repiten en el tiempo, quedan grabadas en su memoria y le van a condicionar en el futuro. Trata en cambio de limitar tus observaciones a su conducta: “Veo que no quieres levantarte y hacer lo que te pido (conducta). Pero hay reglas en esta casa y no puedes dejar la habitación tan desordenada (razón). Tú eliges, o la ordenas ahora o después de cenar (ilusión de que puede elegir). Pero de hoy no pasa (firmeza)”. O en vez de decirle a tu hija que es una escandalosa, puedes mirarla a los ojos y decirle algo así como: “Veo que estás muy agitada (conducta). Algo debió de afectarte mucho para que te pongas en este estado (validación). ¿Me quieres contar lo que pasa (receptividad)?”. Este tipo de comunicación no solo fomenta dinámicas relaciones más sanas entre padres e hijos pero además permite al niño sentirse reconocido en su experiencia, sin cargar con los sentimientos de culpa que implica una etiqueta. Por otra parte, las habilidades sociales y de comunicación que desarrollan los niños dependen en gran parte de los modelos que han tenido durante su infancia.

por  Jasmine Murga


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